tiempso de criris 4
Opinión

Tiempos de Crisis

Andrés Leonardo Calvo Camelo

Licenciado en Filosofía

 

He escuchado mil y una veces hablar de crisis de valores, algunos lo dicen con unos matices conservadores, otros con ese tinte progresista posmoderno. Pero de entrada es claro que cada uno de estos sectores respalda sus ideales de moral, tema tan complejo para ser encontrado en un punto medio. Como ya es característico de nuestra sociedad, tendemos a justificar los extremismos, tanto los meramente criminales, así como aquellos que, siendo igual de criminales, se disfrazan de una arrogante diplomacia.

 

Debo decir que considero ciertas estas expresiones, pero no por los motivos que las mueven, sino porque es evidente que a nuestra sociedad le falta mucho dentro de sus estructuras morales, mucho de aquello que Kant llamó “mayoría de edad”. Pareciera, con una profunda lástima, que a nuestros conciudadanos les hace falta esa capacidad de pensar por sí mismos. Y si es así con el civil de a pie, debo reservarme los términos que pasan por cualquier cabeza al pensar en el actuar de nuestros gobernantes y la misma fuerza pública.

 

Con indignación tuve que observar un video que demuestra las pocas estructuras morales que posee un grupo de uniformados que tratan a un ciudadano de la tercera edad, vendedor ambulante, comerciante informal – cual fuere la realidad de cualquier otro colombiano al que por años le han robado la posibilidad de tener una vejez en dignidad – como si fuese el peor delincuente del país. Con absoluta lástima veo que la escala de valores en esta sociedad es una situación ausente, por lo menos en la práctica.

 

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Con gran impotencia se observan noticias que, a diario, retratan la triste situación de seguridad del país. De hecho, solamente en Zipaquirá, que es un espacio no azotado por situaciones que vayan más allá de robo, tal vez expendio de drogas y temas de los cuales ya se ha hablado con bastante amplitud. Sin embargo, en los últimos días también se ha visto que ladrones, envalentonados por sus armas, tanto de fuego como armas blancas, han amedrentado a la población civil. Han herido la integridad de quien pudiera ser su padre, su hermano, su hijo o simplemente alguien a quien usted aprecia con el alma. Mientras la fuerza pública se dedica a imponer comparendos – la nueva medida de efectividad de los gobiernos locales y nacional – porque los ciudadanos de a pie, necesiten o no, salen a las calles en medio de la emergencia sanitaria.

 

¡Ten el valor de valerte de tu propio entendimiento! Bella expresión utilizada por Kant para retratar el ideal de actitud que cualquier ser humano debiera tener por el simple hecho de pensar. ¡Cuánta falta le hace a este país personas capaces de atreverse a pensar por sí mismos!

 

Por una parte, está la población civil que, al parecer, no ha logrado interiorizar la única premisa que reza en redes sociales, en la prensa oficial, en los canales privados y en cada lugar al que se pueda tener acceso: #Quédatenecasa. No considero de entrada que sea difícil de entender, así como tampoco es difícil de entender que hay muchos que deben salir de sus casas y exponerse, como principio de subsistencia y supervivencia. Es necesario que la población no dependa de las órdenes gubernamentales sino de su propia conciencia, de su propia capacidad de decisión. Pero puede llegar a ser entendible que una persona del común actúe en función de la desesperación por la crisis económica que se avecina, o que ya se evidencia hace tiempos en “esta finca con bandera”, a fin de cuentas, es a lo que se acostumbran las personas. Lo malo en realidad es que la población ya ve ese actuar individualista como algo natural, pero nunca lo tachan de ser una decadencia de valores. ¿Es que acaso no somos responsables los unos por los otros? ¿No deberíamos tener principios de comunitarismo? Lastimosamente ni la política interna los tiene.

 

No se puede pedir mucho de esto anterior a una sociedad que le importa más con quien comparte su cama cada persona, pero ante los problemas estructurales de robo de recursos, ante la política corrupta que cada día es capaz de deslumbrar nuestras ingenuas confianzas en las estructuras de poder, ante el juego de azar con la vida de personas en un sistema de salud precario y de la grave situación de seguridad que azota al país, prefiere guardar un silencio cómplice. En una consideración personal, esto constituye una grave falta de principios morales sólidos. Al mismo tiempo considero que no todo puede ser tan malo, pero se advierte desde un principio que la visión no es del todo alentadora.

 

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Quisiera confiar en que las instituciones del Estado son prestas a ayudar a esta población que se ha descrito con anterioridad, que los impuestos que pagamos a diario se orientan a brindarnos espacios de confianza y seguridad a todos por igual, sin distinción racial, ideológica o sexual. Al final de cuentas para esto es que mantenemos este sistema institucional al poder. Aunque considero que muy pocos somos conscientes del papel y la relevancia política que posee cada ciudadano. Sin embargo, suele no ser así, porque aún considero increíble que personas de a pie, con las necesidades que le son comunes a un gran porcentaje de la población colombiana, sea capaz de defender las actitudes inmorales e indecentes o las expresiones de desprecio que posee esta clase política y sus abanderados defensores que llamamos fuerza pública.

 

Es difícil saber de qué se tiene miedo en un país donde la violencia es el pan de cada día. Robos a mano armada y agresiones indiscriminadas a la integridad física de la ciudadanía por parte de “gentuza” que no merece menos que aquello que están dando. Pero es aún peor si se trata de enfrentarse a uniformados. Lastimosamente esta pandemia ha sacado a relucir más problemas estructurales de los que creíamos tener. ¿Es correcto que más allá del atracador, tenga que huirse de la fuerza pública porque la única función que parecen conocer es la imposición de comparendos? Y aún peor pensar en que se ponga en práctica esa costumbre decadente y putrefacta – no precisamente porque esté muriendo – de provocar los sobornos en una relación que produce asco mirar.

 

No es mi pretensión opacar las buenas acciones que muchos de los miembros de la fuerza pública realizan en su labor diaria, pero si es evidente que la situación social del país ha generado una fuerte ola de repudio hacia estas instituciones que “deberían” tener como prioridad el servicio a la comunidad, la protección de la población y velar porque sus derechos, en la inmediatez de la cotidianidad, no sean vulnerados. Además de esto, es necesario rescatar el principio de obediencia como no coercitivo de su capacidad moral de conciencia y autodeterminación, esencialmente porque la ley y las normas no pueden pasar por encima de la realidad de cada ciudadano, así como esa realidad no puede pasar, en un justo equilibrio, por encima de sus obligaciones como servidor público. Pero si la situación de seguridad es mala en cualquier parte del territorio, yo esperaría que estuvieran detrás de los usurpadores de la vida y de la dignidad humana, no recogiendo carros parqueados al lado de una señal de prohibido parquear.

 

Lo anterior da por sentado – y a entender – que la cotidianidad de nuestra población está amenazada por diferentes estructuras, unas de corte legal y otras al margen de la ley, tema que resulta obsoleto cuando se debe buscar esconderse de las dos partes. ¡Hasta cuándo los defensores de la ley se escudarán en la obediencia ciega para obviar su responsabilidad para con la población civil!¡Hasta cuándo estos gobernantes entenderán que prima la seguridad y el bienestar de la población para que haya un verdadero ambiente de confianza y retribución de buenas acciones! Si bien cada uno debe tener un nivel de conciencia y capacidad de acción basado en la autonomía y el respeto por las normas, en el servidor público este principio esta elevado a una gran potencia. Considero que, como población no solo tenemos el derecho, sino el deber moral de exigir a nuestros servidores que cumplan con labores que garanticen el cumplimiento de la ley en lo fundamental, que garantice la objetividad de las acciones al entender que la ley no los es todo cuando la desigualdad reina en el campo de lo cotidiano.

 

¡Hasta cuándo los defensores de la ley se escudarán en la obediencia ciega para obviar su responsabilidad para con la población civil!

Extrategia Medios
Equipo de redacción de Extrategia Medios

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